¿Un filósofo quiere trabajar en Google? ¡Contratado!
Un coche autónomo calcula las medias de velocidad, tiempo, ángulo de la curva y la trayectoria de sí mismo y de los otros vehículos. Ya “sabe” que ocurrirá un accidente. Ahora debe decidir: ¿estrella a sus pasajeros contra un árbol o atropella al peatón que cruzó imprudentemente?
La inteligencia artificial, la robótica, la conectividad ilimitada provocan transformaciones más potentes de las que podemos procesar. ¿Pero qué implica, para las personas, convivir con esta tecnología “desbocada”? ¿Estamos preparados para ello?
Hay muchos casos de cine o de literatura de ciencia ficción que han pronosticado con malos ojos esta relación, presagiando un futuro oscuro donde las máquinas dominan a los hombres. Sin querer ser pesimistas, pensemos en las organizaciones de hoy: ¿no es verdad que necesitan de las “habilidades blandas” para conciliar la tecnología con el ser humano?
Google, IBM y Microsoft son solo ejemplos de compañías que cada vez más apuestan por incluir a filósofos, sociólogos y psicólogos entre sus filas. Los primeros velan por la ética de las herramientas tecnológicas; los segundos analizan la repercusión que estas tienen en la formación de las sociedades; y los últimos ayudan a evaluar los factores que provocan problemas en las personas.
“Por un lado, tenemos a un grupo de expertos en ciencia de datos, matemáticos e investigadores de mercado. Por otro, a gente de sociología y humanidades. El trabajo común hace que el resultado tenga lo más empírico del dato y lo más racional de los trabajadores”, explica Javier Martín, director de RRHH de Google España.
Humanizar la tecnología, podría ser el objetivo. Pero también se trata de incluir diferentes capacidades, diferentes talentos para fabricar el mejor producto o brindar el mejor servicio. ¿Estamos dispuestos a abrazar esta nueva forma de diversidad?